El arte en la cerámica y el emprendimiento

Si algo parece claro es que después de este estado comatoso en el que se encuentra nuestra economía se hace necesario el fomento de una pedagogía de la moderación en diferentes ámbitos de actuación. Todos los expertos coinciden en que la clase media se va a empobrecer, es decir, va a tener que aprender a prescindir de ciertos hábitos de consumo y acostumbrarse a otros modos de sociabilización. Entre otras cosas, el Covid-19 ha traído consigo un rapidísimo cambio en la cadena de valor y ha generado nuevas e inesperadas necesidades que requieren respuestas adaptadas a un entorno marcado por el distanciamiento social y la precariedad laboral.

Podemos decir que, en las condiciones cambiantes de mercado, el valor que va a diferenciar a los nuevos productos no puede surgir espontáneamente, sino que procede de un continuo esfuerzo de adaptación de los empresarios a un entorno vertiginoso y a unos usuarios cada vez más críticos con el crecimiento basado en el consumo desaforado. Una desmesura consumista que ha pasado de ser la condición imprescindible para que amplias capas sociales salgan de la pobreza o de la causa por la que caen en ella.

Quizá es el momento en que urge repensar que es lo que necesitaré en estos tiempos volubles y excepcionales en los que estamos inmersos. Tal vez es un momento propicio para proponer una serie de productos responsables al margen de la voracidad consumista, la cual está provocando el gasto desmedido de energía, el agotamiento de las materias primas, el incremento global de la precariedad laboral y el menoscabo ecológico del planeta.

Tal situación reclama no solo un cambio en los tradicionales procedimientos de análisis y previsión, basados en la lectura de los fenómenos peculiares y específicos a cada sector. Además, precisamos de grandes dosis de imaginación para que, en este escenario pernicioso, encontremos soluciones a medio plazo que permitan a las empresas salir reforzadas, aprovechando nuevas oportunidades de negocio derivadas del Covid.

Precisamente el comienzo de la industria de recubrimientos cerámicos en la Comunidad Valenciana partió también de una situación de crisis, en aquel caso del negocio de la citricultura, debilitado por las coyunturas adversas de mercado o meteorológicas. Las nevadas de 1946, 1956 y las fuertes lluvias y heladas del primer lustro de los años 60, hicieron tomar conciencia de la absoluta y peligrosa dependencia de un solo producto y por tanto la necesidad de diversificar y enriquecer la estructura productiva. Posteriormente en los años 70 se produce una importante innovación en el sistema productivo. Se trata de la generalización de la bicocción y el posterior paso a la monococcion que se generalizará en la década de los 80 y que simplifica enormemente el proceso de producción. Si bien es cierto que el perfil de estos primeros empresarios se ajusta a lo que podemos entender como un empresario emprendedor en la medida en que acometieron y comenzaron un negocio, con un elevado grado de incertidumbre y que tuvieron decisión e iniciativa para realizar acciones que eran difíciles o entrañaban algún riesgo, sin embargo, existen substanciales diferencias tanto sociales, estructurales y culturales.

A diferencia de la actitud proactiva de estos primeros emprendedores, en la que se prepararon para los cambios del futuro prediciendo y afrontando una situación de riesgo, la actitud proactiva que caracteriza al nuevo emprendedor no acepta las extrapolaciones o predictibilidad, sino que está fundamentada en la construcción del futuro y en la acción anticipada para construirlo. El nuevo emprendedor cerámico aspira a diseñar un modelo de negocio sostenible y rentable. Desarrolla una orientación estratégica diferente a lo de sus antecesores cuya la actividad de la innovación se centraba en mejoras de procesos relacionados con la producción, principalmente en detrimento de otros intangibles como es el diseño. Su estrategia está basada en el usuario.

Un usuario más moderado en sus hábitos de consumo, pero a la vez más exigente a la hora de valorar el aspecto emocional de eso que adquiere. Por tanto, en sus decisiones, el nuevo emprendedor participa de la llamada ingeniería emocional que pone al alcance del diseño herramientas para potenciar las cualidades emocionales de la cerámica, con el objetivo de posicionar sus productos en la mente del consumidor.

El coronavirus nos ha abierto una ventana a través de la cual hemos podido contemplar y observar por primera vez la vulnerabilidad del planeta a través de nuestra propia vulnerabilidad. Esta forma de vivir una crisis global en primera persona puede que nos haga comprender que podemos mejorar nuestra calidad de vida haciendo menos y haciendo más cosas, más lentamente. En este sentido el movimiento slow reivindica la vuelta a un ritmo de vida más pausado, lo cual se entronca directamente con esta tendencia. De ese modo, no solo las cuestiones de producción, sino a través de toda la cadena del valor se puede dotar a la marca de esta sensibilidad. Esta estrategia es especialmente relevante para las empresas artesanas y aquellas que realizan productos tradicionales cerámicos.

Nuevos estudios afirman que la crisis del COVID-19 también ha modificado los hábitos alimenticios de la población europea, que está cambiando su dieta apuntando al bienestar y la sostenibilidad. La tendencia se ha reflejado en las ventas de productos ecológicos. Se ha producido una mayor conciencia del producto local. La gente ha desarrollado empatía por las tiendas pequeñas y ha desplegado un mayor interés por productos ecológicos. Las personas son más susceptibles a atender a cuestiones cercanas a su entorno, y consideran que está a su alcance participar en asuntos relacionados con su hábitat próximo. Desde hace algunos años, otro aspecto de especial trascendencia es la simplificación de la comunicación. Se persigue la sencillez con el objetivo de mostrar que no hay intenciones ocultas dentro de la comunicación. La estrategia se orienta a transmitir honradez asociada a la marca.

Estamos ante una nueva realidad que abre una gran oportunidad a los nuevos emprendedores en el sector de la artesanía cerámica. Se inaugura una nueva perspectiva de negocio, concertando el futuro imaginándolo a partir de las deducciones extraídas del presente. Un presente donde se va a imponer una presión brutal para innovar mientras los cambios son mucho más rápidos de lo que podemos imaginar y en el que la nueva cerámica artesanal reivindica: una mayor humanización y una reconexión emocional, frente al estrés y el individualismo dominante; una recuperación de nuestra identidad cultural, frente a la globalización estandarizada; un enfoque más ético, basado en la autenticidad y la solidaridad con el planeta desde un posicionamiento sostenible al presentarse el objeto cerámico como una alternativa válida al plástico.

El nuevo artesano cerámico es un emprendedor que se aprovecha de la tecnología para realizar sus objetos y compartirlos. Formación, economía y ciencia se asocian en una nueva forma de crear. Son personas inquietas, creadoras y creativas, que emplean la impresión 3D como un complemento más para generar prototipos de forma rápida o realizar piezas u objetos únicos en un corto o medio plazo. Trata de poner en valor el proceso de producción personalizada frente al objeto estandarizado, ya que es precisamente eso lo que les hace especiales y emocionalmente atractivos. Estos detalles son los que el consumidor aprecia y un factor determinante en la oferta.

Incorporación de nuevos modelos de distribución adaptados a la nueva realidad, uso de catálogos digitales, búsqueda de nuevos públicos que sigan los principios del diseño universal y un concepto sostenible y emocional del producto cerámico, por exclusivo y por el valor implícito del proceso de la fabricación, estas son algunas de las actuaciones cardinales que el nuevo emprendedor cerámico deberá acometer, si aspira al éxito.

Javier Colomer, Vicedirector Escuela de Arte Superior de Cerámica, MANISES
Publicado en Revista Secot Valencia Nr. 20- Oct. 2020

 

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